7.7.06

SONIA QUEVEDO



Tengo 63 años. Soy autodidacta y escribo desde siempre, ya que lo primero que reconocí y aprendí fue el lenguaje de la naturaleza contando con unos añitos, talvez unos 8.
Corto es mi recorrido por los caminos de la poesía; más, larga la vivencia compartida con la naturaleza plena; puedo entregarles largos diálogos silenciosos llenos de palabras, mágicas noches y alboradas de ensueño.
Tengo recuerdos de la edad adulta invadiendo mi sueño; tristes recuerdos de noches pasadas recorriendo callejas de grandes ciudades habitadas siempre, por los indigentes hoy más conocidos como desechables; son ellos los duendes, niños y mendigos que esconden su hambruna con vicio barato teniendo por camastro cualquier vecindario entre adoquines o zaguanes sucios de Lupanar barato.
Este ha sido mi tendón de Aquiles, mi dolor constante, mi sentimiento de impotencia plena, ese querer y no poder remediar el sufrimiento ajeno.
Hoy, disfruto el encuentro con poetas del mundo que cuentan de amores, tristezas, dolores y de esas mágicas hadas que guardan sus mentes sagradas tan llenas de luz y calor.